La Ruta de los Fuertes de Menorca es un recorrido cultural muy interesante para explorar la rica historia y la arquitectura defensiva de la isla. Menorca cuenta con una serie de fortalezas y fortificaciones construidas a lo largo de los siglos para proteger la isla de los ataques enemigos.

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La Ruta de los fuertes de Menorca: una página de la Historia del Mundo

A continuación, te presento una posible ruta para visitar algunos de los fuertes más destacados de Menorca:

  • Fortaleza de La Mola (Isla del Rey): Comienza tu ruta en la Isla del Rey, situada en la bahía de Mahón. Aquí encontrarás la impresionante Fortaleza de La Mola, construida durante el siglo XIX. Explora sus túneles, bastiones y disfruta de las vistas panorámicas de Mahón desde lo alto.
  • Fortaleza de Marlborough: Dirígete hacia el oeste de Mahón hasta llegar a la Fortaleza de Marlborough, también conocida como Fortaleza de San Felipe. Fue construida durante el dominio británico en el siglo XVIII y ofrece una perspectiva histórica fascinante.
  • Fortaleza de Sant Felip: Regresa a Mahón y visita la Fortaleza de Sant Felip, construida por los españoles en el siglo XVI. Este impresionante fuerte se encuentra en la entrada del puerto de Mahón y ofrece una visión de la importancia estratégica de la isla a lo largo de la historia
  • Fortaleza de La Estrella: Continúa hacia el norte de la isla y visita la Fortaleza de La Estrella, ubicada cerca de la ciudad de Es Castell. Esta fortificación fue construida en el siglo XVIII y cuenta con un sistema de túneles subterráneos muy interesante.
  • Fortaleza de Sant Nicolau: Continúa hacia el puerto de Ciutadella, en el extremo oeste de Menorca, donde se encuentra la Fortaleza de Sant Nicolau. Esta fortaleza fue construida en el siglo XVIII y proporciona una vista impresionante del puerto de Ciutadella.

Éstos son sólo algunos ejemplos de los fuertes que puedes visitar en la Ruta de los Fuertes de Menorca. Ten en cuenta que algunos de estos sitios pueden tener horarios de visita y restricciones de acceso, así que asegúrate de planificar tu visita con antelación. Disfruta de tu recorrido y sumérgete en la historia de Menorca mientras exploras estas imponentes fortalezas. Y una de las mejores formas de hacerlo es recurrir al alquiler de barcos y coches en Menorca con grandes descuentos de regalo, para conocer todos estos sitios por tierra y mar.

Una relación directa entre las guerras en Menorca y la de la película de El último mohicano

¿Sabías que hay una relación directa entre las guerras entre España y Gran Bretaña, con los franceses como nuestros aliados, y las guerras de ultramar como la que se refleja en la película de El último mohicano? Ambos escenarios bélicos forman parte de la misma historia de enfrentamiento continuo entre Gran Bretaña y Francia, con España como tercero en discordia, más próximo en principio a nuestro vecino pirenaico.

Es una cuestión que puede llamar la atención por la gran distancia que separa ambos territorios y mares que no tienen nada que ver entre sí, pero es que estamos hablando de los grandes imperios globales que unieron el mundo por rutas marítimas siguiendo los pasos de España. La primera gran potencia exploradora que se encontró muy pronto con agresiones directas por parte de otros imperios europeos, en especial de Francia y Gran Bretaña. Estamos hablando de la época de los piratas y corsarios, auténticos terroristas de los mares que saqueaban puertos, costas y barcos bajo el patrocinio de sus respectivos reyes.

Sin embargo, la paulatina decadencia del imperio español llevó a que España y Francia hicieran una alianza basada en que en ambos países gobernaban los Borbones. Y esto tuvo mucha importancia en el siglo XVIII, pues los ejércitos y barcos de ambos países solían combatir juntos o con intereses parecidos contra el ascendente Imperio Británico.

La batalla famosa del fuerte de El último mohicano

Muchas de esas batallas se libraron en América, en las nuevas colonias que se iban estableciendo en la costa este de lo que ahora es Estados Unidos y Canadá. Un periodo de muchos conflictos en esta zona recién poblada por el hombre blanco donde incluso los nativos llegaron a unirse a las batallas, como se refleja en la novela y película de El último mohicano.

Pues bien. Si recordamos la batalla famosa del fuerte de El último mohicano, en la fortificación de Fort William Henry, podremos recordar esos parapetos enormes de piedra y madera donde se ubicaban los cañones y fusileros que se enfrentaban a los franceses y hurones que les atacaban. Un escenario muy parecido al que se pudo vivir en los constantes intentos de recuperación de Menorca, por parte de franceses y españoles, pero estaban cansados de la usurpación inglesa de una base tan importante. Un auténtico nido de piratas y corsarios que realizaban incursiones contra cualquier costa y barco próximos.

Las Islas Baleares siempre fueron refugio de piratas. Ya los íberos baleares realizaban incursiones por el Mediterráneo para lucrarse con pillajes, pero en el siglo XVIII estamos hablando de los piratas más modernos que hemos visto en las películas. Corsarios que atracaban en cualquier sitio y luego tenían que repartir el botín con el rey de turno que, en este caso, era la corona británica. También era una base militar oficial de primer orden para el imperio dirigido desde Londres, teniendo en cuenta que Mahón es uno de los puertos naturales más grandes e importantes del Mediterráneo.

Una campaña muy fuerte de Francia para acabar con el dominio británico en Menorca

Ya en 1757 se lanzó una campaña muy fuerte por parte de Francia, fundamentalmente, para acabar con el dominio británico en Menorca. Con una flota tan poderosa que los británicos poco pudieron hacer para resistirse, siendo obligados a rendirse y retirarse, lo que le costó la vida al almirante de turno. Un buen líder militar británico que sin embargo tuvo que pagar los platos rotos de su gobierno y ser fusilado a bordo de su propio barco. Todo para lavar el honor de una nación humillada. Sin embargo, los tratados de paz entre las tres naciones interesadas hicieron posible el regreso de los británicos a Menorca, a pesar de la humillación que esto suponía para España, que todavía no había sido capaz de retomar Gibraltar: una situación que todavía se prolonga en el tiempo. Pero los españoles nunca se olvidaron de su querida isla y nunca dejaron de intentar su recuperación, a pesar de que tenían también frentes abiertos con Inglaterra al otro lado del Atlántico.

Y es que mientras franceses y británicos luchaban por la posesión de lo que hoy es Canadá y la costa este de Estados Unidos, como se refleja en el último mohicano, en Sudamérica había serias batallas entre españoles y británicos apoyados por los portugueses, que pretendían ampliar sus territorios en Brasil. Y aquí destacó un olvidado pero muy eficaz comandante español llamado Pedro de Ceballos y Cortes, de origen extremeño y padre cántabro, que consiguió rechazar una y otra vez estas incursiones anglo-portuguesas en América del Sur y emprender una enorme de actividad económica en lo que hoy es Argentina y los países de su entorno.

Perder un fuerte o perder un navío era un desastre total para la potencia que sufría

La verdad es que el siglo XVIII fue una época de guerras constantes por mar y tierra, en todos los mares posibles, favorecida por el auge tecnológico que permitía la construcción de barcos más grandes y cañones más potentes. También de fusiles que equipaban a los batallones de infantería que participaban también en los asaltos anfibios, las defensas de los fuertes y las batallas terrestres. Perder un fuerte o perder un navío era un desastre total para la potencia que sufría, aparte de una humillación intolerable, la baja de un activo importantísimo que les permitía el control de puertos y mares. Y poco importaban las vidas humanas que se masacraban en crueles batallas a cañonazos o cuerpo a cuerpo, salvo que el armamento y el entrenamiento que se daba a esos soldados era importantísimo para las naciones en lucha.

Por poner a los lectores en antecedentes, estamos hablando de la época posterior a la resonante victoria de Blas de Lezo en Cartagena de Indias, cuando destrozó completamente a la mayor escuadra británica que había surcado los mares hasta entonces. Pero Inglaterra no dejaba de hacer barcos y cañones a toda velocidad, muy necesitada de acabar de finiquitar el imperio español e impedir el crecimiento de Francia si querían consolidarse como el gran imperio comercial y militar del mundo. Y así es que Francia y España unieron esfuerzos para contrarrestar este auge marítimo británico, que les permitía golpear donde quisieran y transportar lo que quisieran y a dónde les diera la gana. Por eso amenazaron constantemente con invadir Inglaterra de un plumazo con esa amenaza gigante que se cernía sobre ellos desde el cada vez más grande Imperio Británico. Y los ingleses se llevaron palizas por todas partes, ésa es la verdad, pero al final pudo más su constancia y consiguieron consolidar lo que ahora es la Commonwealth o Estados Unidos como pilares importantísimos de su influencia en el mundo todavía hoy.

Cuerpos destrozados por la artillería que milagrosamente sobrevivían

De la violencia de esos tiempos nos hablan las terribles heridas y secuelas de los más famosos guerreros de la época, como el almirante Nelson o Blas de Lezo, cuyos maltratados cuerpos mal vivieron entre batalla y batalla hasta llegar a ser sacrificados por la patria en sus más grandes victorias. Pero había que llegar hasta ahí. A Blas de Lezo le faltaba un brazo, una pierna y un ojo, motivo por el cual le llamaban medio hombre, pero demostró su mucha hombría vasca desde muy joven: con solo quince años, sufrió la amputación de su pierna a bordo de un buque francés sin exhalar ni un solo quejido, dejando impresionada a toda la oficialidad y marinería a bordo. Después de varias batallas importantes, todas ellas terminadas en victoria para España, este héroe guipuzcoano cerró los ojos por efecto de la epidemia que se propagó tras su gran triunfo en Cartagena de Indias. Una auténtica plaga que fue la verdadera vencedora en ese pulso tremendo contra los británicos, que en un alarde de mal perder tremendo se fueron derrotados de Colombia abriendo fuego con todas las baterías al tiempo.

A Nelson le faltaban también partes de su cuerpo que le conseguimos arrebatar los españoles, en especial en la batalla de Tenerife. Sin embargo, él también vivió para liderar su gran triunfo en la batalla de Trafalgar, que no fue sino otra más de las muchísimas batallas navales de ese tiempo de cañonazos continuos. Por lo tanto, la noticia de su muerte fue como un sorbo amargo en el vaso de la victoria para su corona y su nación. De la potencia de la artillería nos hablan estas graves heridas de los propios almirantes, que a bordo de sus buques compartían los cañonazos que iban y venían de una flota a otra. Bolas de plomo que cruzaban a toda velocidad el maderamen de los buques o incluso la piedra de los fuertes, llevándoselo todo por delante, y esquirlas que hacían saltar los ojos y se clavaban en todo el cuerpo. Inclusive cuando los propios cañones estallaban dentro de los barcos o fuertes, accidentes tremendos que no eran nada infrecuentes.

El terror de los cañones en la época de los grandes barcos de vela

Una anécdota de Blas de Lezo nos puede ilustrar sobre este peligro de la artillería y el temor que causaba en cualquiera que se pusiera a tiro, también en los puertos. Y es que el rey de España envió a su mejor Almirante a cobrar una gran deuda a Génova, que se resistía a pagar, pero bastó la amenaza de bombardear el puerto desde la flota para que los genoveses se avinieran a pagar cuanto antes para salir del problema que ellos mismos habían creado. Sin embargo, Blas de Lezo no se conformó con eso y exigió como condición, para marcharse de allí con sus cañones, que la ciudad rindiera honores a la bandera española, que fue homenajeada en los barcos situados enfrente de ese puerto. Y cuando los británicos tomaron La Habana, por ese mismo periodo, tuvieron que dominar primero el Castillo del Morro, sometido a tan intenso bombardeo que hasta los ingleses sintieron pena de los pobres españoles que estaban dentro de lo que parecía un volcán. Toda la zona quedó arrasada y los dos comandantes, el cántabro Luis Vicente de Velasco y el navarro Vicente González-Valor de Bassecourt, quienes impresionaron a los ingleses por su heroica muerte en defensa de la bandera y el honor de España. De hecho, hasta tiempos muy recientes, los buques de guerra británicos que pasaban ante la localidad de Noja lanzaban salvas en honor a Velasco, que era oriundo de esta localidad cántabra.

Es decir: ni toda la piedra de una de las fortificaciones más asombrosas de su tiempo, como era el Castillo del Morro y resto del circuito defensivo de La Habana, podían parar el ímpetu concentrado de multitud de baterías flotantes disparando a cientos de cañones sin parar. De ahí que, en los fortines de cañones de Santoña, también en Cantabria, las bocanas de los cañones se encuentran enmarcadas con arena para impedir que los proyectiles disparados desde los barcos provoquen metralla con la propia piedra de la fortificación. Esto lo comentamos porque puede parecer un poco difícil que se pueda someter una fortificación terrestre desde buques de guerra, que disparan con cañones de hace 400 años, pero ya por entonces la artillería estaba muy desarrollada y la ingeniería de los fortificadores tenían que ponerse las pilas para evitar que los valiosos fuertes cayeran en manos de flotas ejércitos enemigos.

La historia de los fuertes de Menorca y sus batallas

En Menorca tenemos la suerte de contemplar una enciclopedia muy bien conservada de fortificaciones y puertos militares de la época de los grandes buques de guerra y los piratas. Está todo muy bien preservado a pesar del tiempo y además con una sobrecargada historia por donde han pasado tropas británicas, francesas y españolas, con sus consiguientes contingentes de mercenarios. Una excursión muy bonita que nos llevará a vivir de otra manera todo un periodo de grandes exploraciones y emigraciones masivas de los europeos por todo el mundo, pero también de batallas a vida o muerte por la posesión de puertos, mares y grandes extensiones de territorio.

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En El último mohicano también podemos ver la historia emocionante del general escocés Monro, que tras una valiente defensa del fuerte William Henry no tiene otro remedio que rendirse a los franceses. Unas escenas bastante realistas de lo que era la diplomacia y la guerra de la época cuando los oficiales contaban con el beneplácito de sus estados para realizar negociaciones por su cuenta, respetándose los acuerdos de caballeros, pero siempre prisioneros de un honor que impedía la rendición hasta en condiciones infrahumanas. Esto ocurrió con el capitán de navío cántabro aludido anteriormente, Luis Vicente de Velasco, para quien se pactó una tregua de veinticuatro horas para poder enterrarlo con todos los honores.

Los piratas eran los terroristas de la época y estaban financiados por estados

Y sobre el tema de los piratas hay que decir que rara vez actuarían por su verdadera cuenta y riesgo, sino patrocinados por las distintas coronas europeas en lo que se conocía como la patente de corso, que era el permiso estatal para atacar a navíos y puertos de otras naciones y luego repartirse el botín con el rey y el gobierno. Se trataba de verdadero terrorismo y las naciones que lo emprendían quedaban limpias de polvo y paja, pues no se ejercían sus miserables acciones bajo la bandera de ningún país, sino que se utilizaba el estandarte terrorista pirata y todo estaba permitido. Incluso con la población civil.

Los piratas pudieron proliferar porque se apoderaron de islas distribuidas por todas partes, en especial en el Nuevo Mundo, desde las cuales amenazaban y atacaban puertos y barcos, pero también recibían protección por parte de los estados a los cuales servían. Por lo general, no podían reunir grandes flotas, salvo en casos contados como el de Drake, que acabó siendo reconocido como caballero del Imperio Británico por sus servicios de terrorismo marítimo contra un montón de ciudades y barcos, fundamentalmente españoles. Se trataba de un talentoso líder de flotas que podía desembarcar en cualquier sitio y atacar de improviso, incluso ciudades grandes, pero no era la táctica habitual de los piratas de la época.

Las flotas piratas que se abrigaban en el puerto de Mahón

Las flotas piratas que se abrigaban en el puerto de Mahón, por ejemplo, durante la estancia de los británicos por allí, solían ser pequeñas escuadras capaces de realizar saqueos puntuales en barcos y puertos mal defendidos. En costas desarmadas por donde aparecían de repente y realizaban estragos. En una gran medida se trataba de piratas de origen magrebí, conocidos como berberiscos, porque cualquier cosa valía en esa época para debilitar al contrario. Y así era que los españoles y franceses alentaban a los patriotas estadounidenses contra Gran Bretaña y les llegaron a apoyar directamente, con tropas y barcos, mientras que la Gran Albión utilizaba esas mismas tácticas a la hora de financiar y armar a los revolucionarios dirigidos por Bolívar. La cuestión era causar el mayor daño posible en el enemigo y mejor si era sin correr con gastos y bajas propias.

La importancia de un buen liderazgo era fundamental. Así era que el general francés que dirigió la flota combinada de España y Francia, en la batalla de Trafalgar, no podía competir con la experiencia y la técnica de Nelson, un gran Almirante de su tiempo. Pero la pregunta es qué hubiera pasado si la flota franco-española hubiera sido dirigida por otro oficial francés con más capacidad o incluso alguno de los brillantes capitanes españoles que estuvieron presentes en Trafalgar y hasta murieron en el enfrentamiento. Demasiadas cosas dependían de la capacidad de mando de los comandantes, que para empezar se jugaban la vida de sus propios hombres, pero también el destino de ciudades y países enteros. Lo que está claro es que la derrota de Trafalgar significó la consolidación de la potencia marítima anglosajona frente a las naciones mediterráneas como Francia o España.

Os esperamos en la ruta de los fuertes de Menorca

La parte positiva de tanta masacre y destrucción es que los avances resultantes de tanta investigación militar permitieron progresos importantes en la parte civil. Un afán de mejorar más que el enemigo que permitía que la navegación de guerra o la ingeniería militar hicieran progresar las comunicaciones, la técnica de construcción o el intercambio cultural entre tantas naciones, lejanas unas de otras.